jueves, 6 de enero de 2011

La Revolución de los claveles

Portugal, 25 de abril de 1974, a las 00:25 horas suena la canción revolucionaria Grândola, Vila Morena del cantautor José Alfonso. La retransmite Radio Renascença y es la señal acordada por algunos oficiales del ejército (el MFA-Movimiento de las Fuerzas Armadas) para ocupar los puntos estratégicos del país. Poco después, a penas seis horas más tarde, el régimen dictatorial creado por Salazar, el más largo de Europa, se derrumba.



El levantamiento del sector de la izquierda del ejército, de los llamados capitanes de abril, no fue un golpe militar en el sentido estricto de la palabra, sino que fue producto de una situación insostenible y de una dictadura que llevaba en el poder más de 40 años.
Se produjo por el hastío y enfado hacia una política anclada en una guerra colonial sin salida con Angola, Guinea Bissau y Mozambique. Mientras otros países dejaban paso a la descolonización de una manera menos traumática y más adecuada para sus intereses, Portugal seguía insistiendo en un imperio imposible que cada vez costaba más muertos y recursos.
No obstante, el giro a la izquierda y el desapego al régimen también se produjo por una población empobrecida. La desigualdad social era enorme: sólo un centenar de familias ostentaban el poder económico; en la mayoría de casos la emigración parecía la mejor opción.
Asimismo, la explotación latifundista en el campo era un escándalo a los ojos de la mayoría, como también el hecho de que Portugal fuera un paraíso para nazis huidos de la justicia o dictadores como Fulgencio Batista, mientras las cárceles se llenaban de presos políticos. En un país aislado desde hacía ya demasiados años, las palabras democratizar, descolonizar y desarrollar se convirtieron en el lema y en el programa que guió la revolución.
Así, el día del movimiento militar, los ciudadanos, lejos de hacer caso a los numerosos llamamientos para que no saliesen de sus casas por su propia seguridad, simpatizaron rápidamente con lo sucedido y ocuparon las calles en compañía de los sublevados.
La imagen que bautizaría este acontecimiento como la Revoluçào dos Cravos (La Revolución de los claveles) sería la de esas concentraciones y manifestaciones espontáneas de ciudadanos que, en Lisboa y con la ayuda de las floristas, se pertrecharon con la flor de la temporada, los claveles, y las colocaron en los cañones de los fusiles de los militares demócratas.
En resumen, la guerra fue el elemento determinante, la gota que colmó el vaso (de ahí que los primeros actores en el levantamiento sean los militares), pero no el único. El péndulo social ya estaba en la izquierda; la toma de las calles por parte de las capas populares era la garantía de que se abría paso un nuevo horizonte. No era un simple golpe militar, sino una revolución.
Maria G. Salas, 19777930, EES

No hay comentarios:

Publicar un comentario